domingo, 18 de mayo de 2014

El sabor prohibido del jengibre - Jamie Ford

El bombardeo de Pearl Harbor ha tenido lugar hace muy poco y gracias a una beca, Henry es el único estudiante chino que estudia en una prestigiosa escuela. Sufre el acoso y desprecio de sus compañeros, que lo insultan y tratan de  japonés. Su único amigo es un cantante callejero negro, lo que tampoco le ayuda a integrarse. 
Conoce en su escuela a la única estudiante nipona, becada como él y sufriendo los mismos insultos. La amistad es inevitable y es el único motivo de Henry para ir a la escuela. La familia de Henry desprecia a la de su amiga Keiko por ser japoneses. Henry sufre en la escuela por ser chino. Ambos chicos han nacido en Estados Unidos pero sufren el racismo por todos lados.
Pero pronto serán evacuadas todas las familias japonesas y Henry tiene que empezar a tomar decisiones por sí mismo.
Una novela que trata de las diferencias de padres e hijos, de culturas y de las circunstancias que mueven en direcciones insospechadas.


Una historia que atrapa y la trama no decae en ningún momento. Casi la he leído del tirón.

lunes, 12 de mayo de 2014

No quiero ser artista

Aunque en realidad, un poquito si que lo soy, porque soy una incomprendida. De niña, doce años más o menos, mi madre me apuntó a clases de pintura. Una amiga suya daba clase los sábados por las mañanas de iniciación a la pintura. A mi progenitora siempre le han gustado mucho los cuadros. Recuerdo muchas veces ir a ver con ella exposiciones, y a mi padre sacar el taladro cada poco para mover los que ya había en caso y hacer un hueco más. 
Mi primer cuadro al óleo fue un paisaje en la playa. Con un par de gaviotas del tamaño de un perro. Unas figuras "desdibujadas" y una barca un poco rara. A mi madre le encantó: "que marina más bonita". Y encontró hueco en el pasillo. El segundo cuadro era una vista de una habitación, un poco oscuro, pero también contó con el beneplácito moderno. En las clases, pasamos a los collage. Hicimos uno conjunto que la profe se animó a presentar a un concurso y ganamos algo. Era un poco churro, pero se ve que hizo gracia. Lo siguiente que nos enseñaron fueron las litografías. Me fascinaron porque era una manera totalmente distinta de lo que conocía. Llegué a mi casa con una litografía preciosa y muy moderna de un papagayo rojo. Mi madré me preguntó muy ofendida qué era "eso".  Que siguiera haciendo cuadros bonitos. Evidentemente, me faltó tiempo para contárselo a mi profe. A su vez le faltó tiempo para reñir a mi madre, que parece ser que no fue la única que se quejó de la obra de su prole. Total, creo que fui un par de veces más y lo dejé.
Yo no quería hacer cosas bonitas, sino cosas que me gustasen.

Hace poco más de un año, tuve ganas de ir a un taller de muñecos de porcelana fría. Me parecía que se podían hacer cosas preciosas.  A mi chico le parecía una chorrada y que era una caprichosa. Creo que tenía miedo de que llenara la casa de muñequitos. Duró todo un sábado y volví a casa con un muñeco un poco churro, pero contenta.

También hice un taller de tartas de fondant. Mi chico me recordó muy amablemente que no me convenía hacer muchas tartas. Bueno, ya volví a casa con una tarta bastante decente para ser la primera que había hecho. El fondant era muy empalagoso, pero la tarta estaba muy rica. Se acabaron las tartas.

Esta mañana he visto el anuncio de un taller de acuarela para principiantes. Ooooohh! Yo quiero eso, yo quiero ir!!! Tendría que sacar un billete de tren, porque el taller está a dos horas de mi casa. Dura un par de horas. Pero sumando el precio del billete, el precio del curso, material que necesito... Mi chico me recuerda que no me desmadre que estoy un poco pobretona. Que me compre una caja de acuarelas y me ponga a pintar. Pues no, yo quiero aprender. Es el sino de mi vida, no se toma en serio. Total, he cedido no voy al taller. Voy a otro que he encontrado a mi ciudad. Pero yo quiero ir, hacer algo que me guste, aunque sólo sea un dibujo feo. 

Mucha gente va a cursos de cocina y no por ello abre restaurantes. A talleres de literatura creativa, y no publican ningún libro. Pero me gusta emocionarme con cosas que me parecen interesantes. Me gusta más el recorrido que el resultado. Sólo quiero disfrutarlo. 

Continuará en próximos capítulos. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Una mini-historia estilográfica

Esta es una historia de amor discontinua que comenzó cuando iba al colegio, es decir, hace mil años. Mis padres tenían unos amigos franceses que venían los veranos unos días a casa. Sus hijas traían de todo para mandar postales a sus amigos. Sus estuches eran un tesoro para mí. Traían plumas y un montón de cartuchos de muchos colores. En cuanto se fueron bajé a la librería que aún sigue debajo de casa. Librería Clarín, me chifla. Allí compré mi primera pluma: una Inoxcrom escolar roja y negra.     Ay, que importante me sentía!! Debido a un pisotón, le siguió otra verde y negra. Las tuve de todos los colores.



Supongo que abandone el uso de la pluma por los bolis de gel en cuanto tuve que coger apuntes más rápido, o algún día me quedaría sin cartuchos, que me conozco. Al cabo de tropecientos años, dando una vuelta por un centro comercial cerca de casa, me planto en la zona de papelería. Y allí veo una pluma escolar de lo más bonita. Es que sigo siendo infantilona, qué se va a hacer... Y caprichosa, porque me la traje a casa con una bolsita de cartuchos de colores variados. Había varios modelos, y me hice con ellos. Como es lógico, cada pluma con un color distinto. Esta parte es la más interesante: asignar el color a la pluma. 



Una monada!! Así cualquiera vuelve a las buenas costumbre. Encontré un foro de plumas estilográficas y eso si que fue todo un descubrimiento. Al principio, como buena novatilla, empecé con una Lamy. Para ver si teníamos "feeling". Y lo hubo. Poquito a poco he ido leyendo y aprendiendo más. Me chiflan las tintas, los convertidores, los viales... Ahora en el foro estamos con una compra conjunta de viales para intercambiar tinta. Parece una tontería pero no lo es. No es lo mismo ver la foto de una tinta que se ve en una foto que entintar una pluma y probarla. Así me puedo dar cuenta si la esperaba más oscura, más clara. Y si me convence, entonces si que lanzo a comprar el tintero. Por ahora esta es mi favorita:


Una preciosidad de pluma y una tinta que le va perfecta. Hasta aquí la introducción al mundo de las estilográficas. Continuará en próximos capítulos.